Los beneficios de mirarse a los ojos.

Parte del encanto de Diana Liberman es que se trata de un personaje que está siempre en la cornisa. Contradictoria y compleja, oscura y luminosa, la creación de Goris cuenta con el riesgo de que la actriz termine satirizando a su Diana, volviéndola un grotesco en medio de la trama. “La escena –señala– en la que ella se pone a cantar el himno de la fábrica adelante de obreros, patrones, caranchos y sindicalistas, es maravillosa. Pero no fue fácil. La manera de no pasar de rosca al personaje es pensando como piensa el personaje. El humor debe surgir de la situación. No debe estancarse en el histrionismo del personaje. Diana canta el himno de la fábrica con sus obreros y se pone a llorar delante de todos. No importa lo que piense yo de esa escena disparatada. En el momento de grabarla, fui Diana. Cualquier actuación sale bien si lo que piensa el actor coincide con lo que el personaje piensa. Esto no sucede siempre, si no todo sería más fácil. Pero uno tiene que intentar que eso suceda.”

–¿Y eso se logra estudiando mucho al personaje al momento de empezar a componerlo o en el mismo instante en el que se graba la escena?

–Yo soy de las que trabajan con lo que pasa en el momento de grabar la escena, en lo que sucede cuando los actores nos miramos a los ojos. Me da mucho más resultado que preconcebir cómo hacer la escena y después tratar de hacer eso que uno imaginó. Es mejor entregarse como una tabla rasa y ver qué te pasa en el momento. Con un compañero como Solá es fácil poner en práctica ese mecanismo y no naufragar en el intento. Me tocó actuar muchísimo con Solá y actué siempre colgada de su mirada. Muchas veces, en una escena que ensayábamos de un modo o que tenía una idea al momento de grabarla nos colgábamos uno de la mirada del otro. Después del “acción”, con Solá podíamos llegar a lugares insospechados. Nos seguíamos mutuamente. La escena, entonces, devenía en algo muy distinto. No hablo de que cambiábamos la letra, sino en el tono en que actuábamos y en toda la espontaneidad que surgiera. La vida es imprevisto y, creo, la actuación también debe tener un margen de espontaneidad. Es mejor tener la verdad en los ojos, en lo que esté sintiendo el actor.

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