Festival de Biarritz. Aún con irregularidades, “Buscando finales felices” es un filme imprescindible..


La película argentina "Buscando finales felices", de Nicolás Gil Lavedra, sobre la vida de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, tuvo un aplaudido estreno mundial durante el Festival de Cine Latinoamericano de Biarritz.

El filme, visto en la sección competitiva de largometrajes, se estrenará en la Argentina en noviembre con el título definitivo de "Estela", y apunta a la memoria y a los sentimientos, lo que provocó encendidos elogios del público en la amplia Gare du Midi, con gran presencia de estudiantes secundarios locales y sus docentes.

Con intensas interpretaciones de Susú Pecoraro y Alejandro Awada como Estela y su marido "el Tano" Guido Carlotto, tiene buen apoyo en las actuaciones de Rita Cortese, Fernán Mirás, Laura Novoa, Carlos Portaluppi e Inés Efrón en el papel de Laura.

Todo comienza en un pasado feliz, con una reunión familiar previa a la represión de mediados de la década del 70, cuando la protagonista era sólo una directora de escuela ajena a lo político, en tanto sus hijos estudiantes Laura y Remo comenzaban a militar en el peronismo revolucionario.

Eso determina que las cosas se compliquen cuando llegue el 24 de marzo de 1976 y comiencen los horrores que asolaron a la Argentina en cuanto a amenazas, crímenes y desapariciones, y Estela, con el acompañamiento de su esposo, comience su esclarecimiento ideológico.

El resto es el crecimiento de la protagonista como líder de Abuelas, de la naciente democracia y de la misma Asociación, durante el cual Estela mantiene un diálogo cotidiano con su nieto Guido, hoy treintañero y aún no recuperado.

Es cierto, el filme tropieza alguna vez en cuanto al montaje y las actuaciones del elenco, lo que subraya la impericia del novel cineasta en dirección de actores, pero esos datos menores no invalidan una obra sincera y urgente, que apunta a que aparezcan los nietos que faltan.

Similares valores militantes se vieron en la salvadoreña "El lugar más pequeño", de la mexicana Tatiana Huezo, que reinvindica la revolución del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, de hace dos décadas, ahogada en sangre por la Guardia Nacional de aquel país y sus "asesores" foráneos.

El filme, que compite entre los largos documentales, observa la reconstrucción de un pueblo rural por sus viejos pobladores tras haber sido arrasado por la aviación, pero no lo hace mostrando aquel drama, sino a través de los recuerdos de varios personajes.

Lo más palpable de la guerra civil 1980-1992 son las oxidadas armas que ahora se incluyen como decoración en una plaza, entre una enardecida naturaleza tropical luminosa de verdes, jornadas caniculares, tareas domésticas y animales con que el filme representa la continuidad de la vida.

A la manera de "Shoah", de Claude Lanzmann, que relataba la tragedia judía durante el hitlerismo, Huezo hace descansar todo el horror en las palabras de las víctimas que sobrevivieron a la tortura y el asesinato de sus seres queridos.

Desde el rejunte de huesos de víctimas de la guerra esparcidos por el pueblo hasta el testimonio de una mujer que rememora cómo recibió el cadáver de su hija con los senos amputados y una estaca en la vagina, todo es la demostración de cómo puede ensañarse una fuerza entrenada profesionalmente para eso y, al mismo tiempo, la capacidad humana para sobreponerse.

Ese relato coral del drama salvadoreño no es hecho por cuadros políticos sino por una población rural entrenada para la resistencia, que añora el sueño de los militantes y los encarna en nuevas posibilidades.

"El lugar..." dura 104 minutos y la morosidad de su transcurso -en que las voces en off están deliberadamente despegadas de las imágenes- conspira contra la dramática poesía que enarbola la directora, pero su esencia la transforma en sólida candidata a ganar en su categoría.


Fuente: telam.com.ar

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