Barry Primus, de Broadway a pleno centro porteño.

El director de El toque de un poeta llegó junto con la coreógrafa Julie Arenal.

Por aquellos días, a principios de los setenta, estaban alojados en el hotel Watergate, de Washington. Un joven Barry Primus ensayaba un texto inacabado, mientras Arthur Miller reescribía las escenas de su próxima obra: La creación del mundo y otros asuntos. El dramaturgo echó al director en un ataque de cólera, el elenco cambiaba constantemente y se respiraba una atmósfera asfixiante. Julie Arenal fue a visitar a Barry, su marido, y en un ascensor se cruzó con Miller, uno de los autores de la gran Trinidad norteamericana del siglo XX (junto con Tennessee Williams y Eugene O'Neill). Con gran osadía, la coreógrafa se animó a preguntarle aquello que nadie se animaba:

-Arthur, ¿por qué seguís reescribiendo y reescribiendo?

Estoy tratando de explicar el origen del Mal en el mundo, Julie.

-¡Buena suerte con eso!

"Es decir, Arthur buscaba algo imposible. ¿Por qué me intimidaría?", dice hoy en Buenos Aires, sentada junto a su marido, esta mujer pequeña de gran actitud. Testigos privilegiados de hechos clave de la historia del teatro norteamericano, Barry Primus debuta en la avenida Corrientes con su versión de El toque de un poeta, de O'Neill, con Lito Cruz, Susú Pecoraro y Eleonora Wexler a la cabeza de elenco. Arenal, además, agregó su arte y sus pinceladas a varias escenas de la obra.

Primus viajó por primera vez a la Argentina hace 30 años, cuando vino a acompañar a su amigo Robert De Niro para la promoción de una película. Por entonces conoció a Lito Cruz, a quien volvió a ver a mediados de los ochenta, cuando regresó al país para trabajar con Adolfo Aristarain. La amistad entre Primus y Cruz se prolongó y desde hace tres años planeaban esta obra.

Primus aún actúa (una de sus últimas incursiones fue en American Hustle), dicta clases de actuación y dirección en el American Film Institute, y es un discípulo de la técnica de Lee Strasberg. Arenal es coreógrafa, miembro del jurado de los premios Tony y la creadora de todos los movimientos de Hair, el musical que revolucionó la historia de este género. De padre mexicano, Arenal es la sobrina de David Alfaro Siqueiros. Con Marcelo Valiente, el responsable del vestuario y la escenografía de la puesta, ha conversado mucho sobre los paisajes que pintó su tío, más conocido por sus murales de temas sociales.

-Los porteños estamos orgullosos de la calidad de nuestro teatro, ¿es reconocido en el exterior?

Julie Arenal: -No demasiado. Pero estamos sorprendidos de la cantidad de propuestas y del público que convoca, y también de la cantidad de librerías. En los Estados Unidos, casi no hay librerías, es todo online. Lo que me llama la atención es la duración de las obras, más cortas que en Broadway.

Barry Primus: -Siento como si me hubiesen transportado a Londres en la época isabelina. Camino con Lito por la calle y todos lo conocen, lo saludan. Imagino que esto debe de haber sido así cuando vivía Shakespeare.

-¿Por qué eligió hacer esta obra? ¿Cómo es su adaptación?

B.P.: -O'Neill no vivió para ver esta obra estrenada. Decía que ningún actor podría interpretar este personaje, ya que debía ser como su padre, un artista que fuese capaz de colmar el escenario con su sola presencia. Pensaba que ese tipo de actor no existía, pero, en cambio, creo que Lito está hecho para este personaje. Estoy en esta cultura, así que mi trabajo es traerla a Buenos Aires, en lugar de pelearme con los textos y su duración, que la he modificado un poco. Desde la adaptación [Alejandra Cruz, hija de Lito] trabajó mucho para encontrar los equivalentes en español, y muchas veces eso no era posible, por ejemplo, con todas las referencias a los yankees.

-Y además le agregó algo de danza, ¿por qué?

B.P.: -Sí, hay escenas en ese bar, tan irlandés? La razón por la cual incluí algunos fragmentos no es para que mi mujer participe de la producción y me acompañe, sino porque la danza está en el centro del alma irlandesa. Cuando trabajé en Japón, aprendí la ceremonia del té, y no porque la fuese a usar en la obra, sino porque era un modo de aprender un elemento central de esa cultura.

-O'Neill era muy específico en sus acotaciones escénicas, ¿eso es una ventaja o un problema para un realizador?

B.P.: -Hay una obra que se llama O'Neill's Notes, una sátira que busca mostrar que es casi imposible interpretar eso que está escrito. O'Neill sufría con las producciones de sus obras, no le gustaba lo que veía, y escribía para los lectores, para que vieran la obra en su cabeza.

Sentí que tantas acotaciones me iban a generar un conflicto, que iba a ser intimidante tener tantas instrucciones, pero ahora encuentro que a veces te da pistas como un director.

Primus fue uno de los actores preferidos de Miller. Trabajó en muchos de sus títulos. "Aprendí de él que no es un picnic ser un dramaturgo, aunque seas muy famoso y talentoso. Vi a Miller en hoteles lujosos, ensimismado, sin prestar atención al mundo exterior, intentando hacer las cosas bien. Tenés que ser duro, y él lo era."

-¿Qué me puede decir del vínculo entre Kazan [acusado de haber colaborado con el mccarthismo durante la caza de brujas] y Miller?

B.P.: -Kazan fue mi gran mentor, me formó, estuve cuatro años en su compañía. Nunca entendí esa atmósfera en torno a él, un poco atemorizante. Ambos se sacaban chispas. Estuvieron diez años sin hablarse, pero el problema no era la política, sino Marilyn Monroe. Cuando volvieron a tratarse, fue para After the Fall, una obra muy personal [sobre un intelectual que intenta comprender el suicidio y el motivo del fracaso de su matrimonio, trama que fue interpretada como un espejo de lo que acaba de ocurrir entre Miller y Monroe]. Los tres habían sido amigos y los dos estaban enamorados de ella, pero ella eligió a Arthur.

Primus trabajó como actor en varias obras de O'Neill: "Cuando subió a recibir el Nobel, dedicó tres cuartas partes de su discurso a Strindberg, de quien ha tomado tanto. La palabra «talento» le queda chica. Una vez le preguntaron a un crítico: «¿Sobre qué trata Hamlet?». Y respondió que en realidad no trata de nada en particular, sino que Hamlet es un gimnasio emocional. En ese sentido, O'Neill se emparenta también con Shakespeare".

Por su parte, Julie Arenal dice que en la arteria teatral neoyorquina no todo es oro. "Soy jurado de los Tony, así que veo todo. Esta temporada no hubo tantas cosas buenas, todos se está repitiendo? Veo mucho hip-hop en Broadway, no sólo como moda, sino algo que llegó para quedarse", concluye.


Fuente: lanacion.com.ar

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