Susú Pecoraro y Alejandro Awada: "Teníamos con qué resistir"
Cuando era tan sólo una jovencita, Susú Pecoraro protagonizó la que aún es la segunda película más vista en la historia del cine argentino, Camila, de la directora María Luisa Bemberg. A lo largo de su carrera trabajó en tiras televisivas, películas, obras de teatro y radioteatros. Alejandro Awada dio sus primeros pasos en la actuación haciendo teatro y se hizo famoso con el personaje de Felipe en Verdad consecuencia. Ésta es la dupla que protagoniza Verdades verdaderas, el film de Nicolás Gil Lavedra sobre la vida de Estela de Carlotto, la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, que se estrena esta semana. Susú encarna a Estela, una mujer que divide su tiempo entre la escuela y la familia hasta que la dictadura le arrebata a su hija, a su yerno y a su nieto Guido, en agosto de 1978. Alejandro Awada es el marido de Estela.
¿Cómo fue vivir la adolescencia bajo la dictadura?
Pecoraro: Tengo recuerdos de diferentes momentos. De ir en el auto con mi papá y que pasara al lado el presidente Illia y él lo saludara, y que después ese señor que me había caído tan bien ya no estuviera más. Escuchábamos a Los Gatos, a Los Shakers, y yo tenía un amigo que sabía mucho de música y hacíamos asaltos, bailábamos y tengo el recuerdo de que, de golpe, ya no se podía hacer más nada de eso. No sonaba ningún tema en la radio porque todo era subversivo.
Awada: Mi recuerdo es de una adolescencia muy traumática, de vivir con miedo, perseguido, sin poder ser, sin poder hacer, sin poder pensar. Con la amenaza permanente hasta por estornudar. Estaba el terror instalado y lo padecíamos. Era muy difícil intentar ser libre o feliz, porque hiciera lo que hiciera todo estaba mal. La línea la bajaba el poder militar instalado en el gobierno con la Iglesia de una mano y el poder civil del otro, y esa línea prendió en gran parte de la sociedad. Yo no podía caminar por la calle. Fui preso por estar jugando al billar a los quince años. Cuando pienso en esa época siento que verdaderamente vivimos encerrados en un mundo sin luz.
Pecoraro: Después entré en el conservatorio, que estaba intervenido. Estaba muy mal visto, todo lo que era arte estaba mal. Nos decían que teníamos que ir a ver películas de los grandes directores. Íbamos a ver Fellini, Visconti y Bergman con un grupo de compañeros a la avenida Corrientes. Pero si éramos más de cinco y salíamos de una película que terminaba a la una, nos metían en cana. Hubo que convivir con esa locura. Había que tener mucha creatividad para salir adelante. Yo me formaba igual y escuchaba música igual. Es una generación muy fuerte la mía, estábamos muy formados, o en la política o en el arte. Era difícil asustar a gente que tenía con qué resistir.
¿Por qué decidiste estudiar actuación, Alejandro?
En ese mundo de encierro y de introspección, ese sentirse atado a nudos muy propios y nudos de afuera, aparecí en una escuela de teatro. Llegó a mis manos Rayuela, de Julio Cortázar, y sentí ganas de tener conexión con esos mundos. Tiene que ver con la chance de poder empezar a desanudar a partir de la actuación. El teatro me salvó la vida y no es una metáfora.
Susú, después de Camila y de interpretar a Estela de Carlotto, ¿qué sueños tenés a nivel profesional?
Estoy muy contenta con lo que hice, soy una persona feliz. He sido verdadera con lo mío y he podido ser consecuente con lo que soy. Nunca tuve grandes aspiraciones y sin embargo las cosas han venido a mí con mucho amor. Siempre tuve un reconocimiento muy grande de la gente de este medio, porque saben como soy. Siempre quise salir del lugar de diva que me dieron. Cuando hice Camila me empezaron a entregar muchos premios internacionales. Cuando llegué acá había un lugar como para creérsela y no quise vestirme de eso. Mi profesión fluye como mi vida. Me gusta que lo que yo hago transmita.
Con Estela, ¿qué querías transmitir?
Que el amor puede más que cualquier cosa. Y que si uno ama y tiene una familia y enseña y esos vínculos son verdaderos, uno puede llegar a crecer mucho y hacer mucho bien a los demás y a uno mismo. La vida es un poco eso. La cosa pasa por dar y salir del egocentrismo de uno con uno. Como decía Tita Merello "dar es el mejor negocio, porque te vuelve".
Alejandro, ¿qué te pasó con la película?
Me encantó. No pude parar de llorar, tuve que ir a caminar unas cuadras. De conmoción, de emoción por lo vivido y además me pasó algo grandioso. Me ganó la película. No me estaba viendo a mí mismo, estaba viendo la película. No me pasa mucho esto. Estoy feliz porque es una película muy nuestra, si sos argentino y estás vivo te va a conmove.
Fuente: diarioz.com.ar
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