Susú Pecoraro y Miguel Ángel Rodríguez, como dos extraños.

Susú Pecoraro y Miguel Angel Rodríguez
La fórmula menos pensada
La otra pareja Junto a Andrea del Boca y Osvaldo Laport protagonizan "Alguien que me quiera" (El Trece).

Con trayectorias y técnicas bien distintas, logran una buena química en pantalla. Tienen en común mucho más que el amor por la camiseta azulgrana. Confesiones de dos "diferentes" que se animaron a quererse.

1984. En pantalla grande, Camila pregunta: ¿Ladislao, ¿estás ahí?’. En algún cine, un hombre, muchos, seguramente- se conmueve. Tiene 24 años, un recorrido corto en los medios, más asociado al trabajo detrás de cámara que a la actuación. No sueña con actuar, muchos menos con ser galán. Ni hablar de imaginarse a los besos con la mismísima Camila. Sin embargo, 26 años después, Miguel Angel Rodríguez es, de alguna manera, el nuevo Ladislao de Susú Pecoraro. No será Imanol Arias -no tiene por qué serlo, acaso-, pero, fiel admirador de aquel trabajo suyo, le puso Imanol a su hijo mayor, que si era nena se llamaría Camila.

Caprichos del destino, quién sabe, destinos buscados, quién sabe, el viejo espectador y la heroína cruzaron sus caminos. Ya no hay distancia, más allá de sus diferentes hojas de ruta. Pisan la misma baldosa, la que los tiene como protagonistas de Alguien que me quiera (a las 22, por El Trece), junto a Andrea del Boca y Osvaldo Laport. En la tira de Pol-ka, son amigos, serán pareja.

¿Extraña pareja? Lejos del prejuicio, la pantalla refleja una química que gana cada vez más espacio.

Si alguien dijera `elegí un galán para Susú entre diez nombres posibles’...

Rodríguez: Yo no entro ni once.

Pecoraro: Pero si yo tuviera que elegir, no sé, ojo, te lo digo en serio.

Clima distendido en el almuerzo sin apuro, con vino blanco para ella y agua mineral para el hombre que busca no engordar. Almuerzo liviano, charla dinámica, entre las bromas de él y las celebraciones de ella.

Jamás habían trabajado juntos, pero más de una vez se habían manifestado las ganas de hacerlo. "Susú es una actriz enorme, hizo Camila, Tacos altos, Sur, qué sé yo, es grossa de verdad. Pero jamás saca chapa de nada. Cuando empecé a actuar deseé laburar con las mejores, obvio... para soñar sueño a lo grande.

Y una vez se lo dije. Y vos también me lo dijiste, ¿te acordás? Fue en Yo amo a la TV, no me lo olvido más", cuenta, otra vez como espectador suyo, pero esa vez en época de Mujeres de nadie.

"¿Viste que las cosas le llegan a quien le tienen que llegar? Hay que saber esperar. Cuando nos citaron para este proyecto, Miguel venía con todo lo que a él le pasaba con `la
actriz de Camila y de Sur’, yo estaba
con muchas ganas de hacer comedia. Y cuando nos encontramos pasó una cosa diferente, pasó que conocimos a la persona y conectamos enseguida. Me di cuenta de que éste crea un clima que tiene mucho que ver con cómo laburo yo", señala la Paloma de ficción, con las ropas de ella, pero con esa gestualidad tan suya, como de cara lavada.

Si bien Rodríguez ya demostró que tiene herramientas para sostener una historia de amor, para hacer de un galán posible (como lo hizo en Son amores o en Por amor a vos), para más de uno hubo cierta sorpresa cuando se dio a conocer la dupla: "Si algo vengo haciendo es rompiendo esquemas. Yo aprendo mucho de Miguel y prefiero laburar con el presente. Más de una vez escuché que alguien dijera `Qué lástima que Miguel Angel Solá se fue a España porque esta película deberías haberla hecho con él’. Yo soy ésta hoy y me gusta lo que me está pasando, no quiero quedarme en el pasado, en los nombres. El -por su Miguel Angel de estos tiempos- logra cosas que sólo puede hacer alguien con talento. Sabe crear el colchón necesario para que un actor funcione.

Tiene que haber un director que haga eso, o un buen libro o un actor que lo consigue... sin alguna de esas cosas no se puede. Y Miguel genera espacios para la creación, para el juego. Ama este laburo y se nota. Y cuando vienen sus hijos -Imanol y Felipe- a una grabación, ves la misma cara de placer repetida en escalera. Están copados en el set".

Compañero de banco en el box del restaurante de Palermo, desde su sencillez de barrio Rodríguez entiende que "siempre fui igual. Desde que laburaba con Mingo (está casado con la hija de Juan Carlos Altavista, el inolvidable Minguito) siempre busco lo mismo: pasarla bien, que la pasen bien. Yo tanteo, si veo que hay tela para cortar, tiro la pared... si vuelve, mejor. Y con ella vuelve. Bueno, si las parejas de ficción funcionan es que alguien ya las pensó antes que vos".

Tipo que sabe cuándo y dónde tirar el chiste o diluir tensiones, de él dice Susú que "tiene un don: agarra el libro, mirá así, lo tira y ya sabe la letra y sabe lo que tiene que hacer.

Puede joder tres horas, pero cuando llega la hora de grabar está totalmente metido en la situación. Yo, en cambio, tengo cero memoria. Leo, tengo que captar qué quiso escribir el autor y una vez que entendí la escena tiro la letra. Lo miro a éste y hay verdad. En el momento que grabamos, nos miramos y pasa de todo... lloramos, nos matamos de risa, improvisamos".

Antes de salir a fumar, él aclara que "con ella es facilísimo improvisar porque tiene oficio de sobra, no en vano es Susú Pecoraro". Y Susú devuelve el piropo, aunque él ya esté en la vereda: "Su forma de trabajar, que la pone en práctica desde el placer y desde cierta inconsciencia, está inscripta en el método Stanislavsky. Stanislavsky te dice lo que hay que hacer para actuar y él lo hace sin saber rigurosamente que eso es un método. Lo hace desde la intuición y desde el ahora. ¿Viste cuando un médico te dice que `esto te levanta las defensas’? Bueno, Miguel hace eso... te pone ahí hablando de otra cosa. Busca la verdad y así llega a grabar".

Tienen en común, tal vez, más de lo que imaginaban. Es más, descubren ahora que en algún lugar del Nuevo Gasómetro están las mayólicas con sus nombres, "azulejos que los hinchas de San Lorenzo compramos como un aporte al club. Mirá si está uno cerca del otro, me muero", dice el protagonista de esta historia de distancias antojadizas.